28 de febrero de 2011

El masoquismo del Cola Cao

Alguien me dijo que de pequeño se disfruta más la vida, tienes la mente más libre y más virgen y tus vivencias no se intoxican de agentes externos que las nublen...
Bueno, no estoy del todo de acuerdo,uno empieza disfrutar de su infancia cuando la pierde.
La mía no son recuerdos de un patio de Sevilla donde madura el limonero, pero si son recuerdos de un bocadillo de chocolate en el camino a casa de mi abuela. Son inviernos fríos con chandal de felpa recogiendo piñones que partía con una piedra en aquellos añorados pinares. Son noches no dejando dormir a mi hermana para jugar a las palabras encadenadas en mi cuarto de camas gemelas. Son horas encerrada con mi hermano en su habitación, aprendiendo de música y de la vida ante el gesto torcido de mi madre (niño, no le pongas a la niña esa música de pelusos). Son infinidad de viajes en el autobús de la ruta escolar charlando con mi "muy mejor" amiga de la que no me iba a separar nunca. Son ansiadas noches de viernes en las que me podía quedar despierta hasta que acabara el "Un, dos, tres" tomando mi cena favorita. Son tardes de deberes que huelen a Cola Cao derramado en el hule y a briznas de goma de borrar esparcidas por toda la mesa camilla. Son miercoles de feria con lunar pintado en la cara, presumiendo ante mis primas de vestido de gitana. Son veranos irrepetibles de piel arrugada por la piscina, bocadillos para la cena y mercromina para las rodillas.

¿Disfruté aquellas cosas mientras las vivía? No lo sé, no consigo recordarlo. Es ahora cuando las disfruto al evocarlas. Las disfruto, porque las añoro, y me hace daño pensar que no se van a volver a repetir. Porque la melancolía es el sentimiento más masoquista que he experimentado jamás. Disfruto con ese dolor.
¿Acaso la vida no es eso?

1 comentario:

  1. Yo no sé lo que es la vida. Sí sé que mi mente ha borrado todo o casi todo lo malo que tuvo mi infancia, para traer eso que enturbió mis días de niño tengo que hacer un esfuerzo consciente y me suelo sorprender de que mucho de eso aun perdura hoy día. Sin ambargo, lo bueno, con ese traje de melancolía del que hablas, viene como un fogonazo a la mente.
    Ahora que empiezo a considerarme adulto voy entendiendo lo de la patria perdida de la infancia y me jode saber que ya nunca podré volver a sentir y a caminar por los días como entonces.

    Comparto contigo lo de los pinos niña!!!

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